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Monasterio Ortodoxo Rumano - León
Santo
 Jerarca José el Nuevo de PartoÈ™

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 01 Mai -  11 Iunie 2025

Peregrinación en el “Valle del Silencio”
Un viaje espiritual por la Tebaida Española de León
05 de abril del 2025
 
   Con la bendición y el impulso de Su Excelencia el padre Timotei, para descubrir y conocer a los santos locales, el Arciprestazgo de Asturias, el Monasterio “San José el Nuevo de PartoÈ™” de León, las parroquias “San Antonio el Grande” de Gijón - Oviedo, “San Jerarca Mártir Haralambie” de Lugo y “San José el Nuevo de PartoÈ™” de León organizaron, el sábado 5 de abril de 2025, una peregrinación al Valle del Silencio, cerca de Ponferrada.
   Aunque poco conocida desde el punto de vista del patrimonio espiritual, la zona de Castilla y León fue en el pasado un pilar de referencia para la vida espiritual.
   En el corazón de la región de El Bierzo, provincia de León, donde las rocas son altares y los bosques susurran oraciones, se encuentra el Valle del Silencio, un santuario de calma llamado en tiempos antiguos “Tebaida Berciana” o “Tebaida Española”.
   “Ningún lugar puede competir con la Tebaida y con los desiertos más sagrados de Palestina; un rival de los desiertos más santos, lleno de ermitas escondidas, cuevas silenciosas y monasterios que crecieron como jardines del Paraíso”, remarcaba el padre Flórez en España Sagrada. Al igual que en Egipto, Siria o Capadocia, también aquí, en tierras españolas, entre rocas y bosques, los monjes se retiraban para guardar el silencio como un tesoro, transformándolo luego en oración ininterrumpida.
   Aquí se esconden las cinco Cuevas del Silencio (Cuevas del Silencio), lugares donde se levantaron ermitas y monasterios, y la tierra fue santificada por las lágrimas de arrepentimiento de los monjes. Entre aquellos que tuvieron una contribución especialmente importante, mencionamos a: 
1. San Fructuoso de Braga / de El Bierzo (siglo VII), el padre de la Tebaida Española.
    Nacido en el seno de la nobleza visigoda, este “Antonio el Grande de España” abandonó las riquezas mundanas para vivir en una cueva en las montañas del Bierzo. Él es el fundador de tres importantes monasterios:
1. Santa María de Compludo – un lugar donde nobles, esclavos y soldados venían a hacerse monjes, olvidando sus antiguos vínculos mundanos.
2. San Pedro de Montes – levantado en un lugar aún más retirado, fue el sitio en España donde por primera vez se adoptaron las reglas benedictinas de organización de la vida comunitaria.
3. 
San Félix de Visonia – un monasterio fundado después de que los monjes encontraran de nuevo a San Fructuoso huyendo al desierto. “Cada vez que lo traíamos de vuelta al monasterio, el Padre Fructuoso desaparecía nuevamente, buscando una soledad más profunda. Entonces comprendíamos que no huía de nosotros, sino del espíritu mundano que acecha a toda comunidad” (Vita Sancti Fructuosi).
2. San Valerio de El Bierzo (siglo VII), gran discípulo de Fructuoso, dejó como herencia importantes escritos como:
 Ordo Querimoniae – diario de luchas con el diablo, donde las tentaciones son descritas como “serpientes que se enrollan alrededor de la mente”
 Carta de Alabanza a la Peregrinación de Egeria – relacionando el silencio de las cuevas con el silencio de los caminos hacia la Tierra Santa
 De génere monachorum – mapa de la vida monacal como “bautismo de fuego y de lágrimas”
 3. San Genadio de Astorga (siglos IX-X): Restaurador de la vida monacal
    Más tarde, en el siglo X, cuando el islam parecía apagar la luz del cristianismo, San Genadio devolvió la vida a los monasterios devastados por las invasiones. Restauró el monasterio de San Pedro de Montes y fundó otras ermitas, convirtiéndose en un nuevo pastor de la Tebaida de El Bierzo.
    Al final de su vida, renunciando al cargo episcopal, se retiró a la Cueva del Valle del Silencio, donde continuó su lucha ascética, y donde las paredes aún conservan las huellas de sus rodillas en la piedra. Su legado incluye no solo ermitas, capillas y monasterios, sino también la primera “biblioteca itinerante”, mediante la cual los libros espirituales circulaban entre comunidades.
   A la peregrinación asistieron los padres del monasterio de León y los párrocos de las parroquias mencionadas, acompañados de un bello número de fieles cristianos.
   En las primeras horas de la mañana, en el monasterio de San Pedro de Montes, fundado en el siglo VII, celebraron juntos la Divina Liturgia y el Parastas en conmemoración de todos los que se han esforzado espiritualmente en esta zona a lo largo de los siglos. Luego visitaron su museo. Siguieron la iglesia de Peñalba de Santiago, así como la cueva de San Genadio, quien, al ser molestado durante la oración por el sonido del agua, ordenó al río que guardara silencio, y éste... “guardó silencio”.
    Hoy, los monasterios de El Bierzo, algunos en ruinas, otros restaurados, se alzan como testimonios silenciosos. Nos invitan a detenernos, a respirar ese mismo silencio santificado y, quizás, a emprender también nosotros, en nuestra vida diaria, un viaje hacia la paz interior, una “Tebaida interior”: un lugar donde Cristo sea el único Señor.

San Pelayo de Cordoba, Mártir y santo (Sec. X)

22 de febrero 2025, 18:00

Monasterio de Benedictinas de León

Acto de veneración de reliquias. 

Pl. Santa Maria del Camino,7, 24003, Leon

​

«Colgadle en garruchas de hierro y tensando al máximo y elevándole en alto una y otra vez, dejadle en tierra sólo cuando exhale su alma o niegue que Cristo es Dios».

El beato Pelayo, soportando el tormento con fuerte ánimo, se mantenía inquebrantable, ya que no rehusaba en absoluto padecer por Cristo. El rey, al ver que su fortaleza no flaqueaba, mandó que se le despedazara miembro a miembro y se le arrojara al río. Recibida esta orden, los sayones, puñal en mano, se cebaron en él con saña tan inhumana, que se pensaría que hacían el sacrificio del que era preciso que fuera inmolado, sin que ellos lo supieran, ante la mirada de nuestro Señor Jesucristo. El que ya estaba elegido en el cielo sufría todavía cruelmente en la tierra. Uno, en efecto, le amputó de cuajo un brazo, otro le cercenó los pies, otro no dejó de herirle hasta en el cuello. El mártir, entretanto, permanecía firme, de cuyo cuerpo fluía a goterones un reguero de sangre en vez de sudor, sin invocar a nadie excepto a nuestro Señor Jesucristo, por quien no rehuía la pasión, diciendo: «Señor, líbrame de la mano de mis enemigos»

La potestad divina no le abandonó, haciéndole confesor por el tormento y glorioso mártir en el cielo por el filo de la espada. Las manos que tendía a Dios, los malvados las cortaban con la espada, mientras el beatísimo Pelayo cansado jadeaba. Y ya que no había ningún hombre que se apiadase de él, invocaba sólo a Dios. Clamaba el fortísimo atleta, pero Dios se hallaba presente en la prueba diciéndole: «Ven, recibe la corona que te prometí desde un principio».

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